Salto
Vacío de esperanzas y escaso de intenciones se sentó desilusionado en su cama, anhelando algo que nunca llegaría. Una vez más, miró su reloj de reojo; no había caso, el tiempo se había detenido por completo y nada indicaba que esto fuera algo efímero.
Resignado, decidió buscar algo de comodidad en el piso duro y frío de su habitación: la encontró. Allí, en ese lugar tan inmundo y detestado, se sintió a gusto consigo mismo. Desde allí, resolvió ocuparse de solucionar sus dilemas más controvertidos.
La ventana abierta permitía el ingreso de una llovizna leve y refrescante. Afuera residía la libertad misma, encarnada en nada menos que el aire. Afuera, era el lugar de la felicidad y el regocijo.
La ventana abierta fue testigo de su determinación. Presenció, casi sin quererlo, el momento en el que las ansias de placidez y bienestar eran ya irrefrenables. Su salto, como cualquier otro, solo duró unos segundos.
Confundido, quiso aferrarse a lo último que quedaba de él. Ya era tarde; ese aire y ese viento fresco en la cara le causaban ahora temor y arrepentimiento. Una libertad un tanto distinta a la buscada lo esperaba.
Repleto de angustia y lleno de dolor abrió sus brazos, intentando postergar lo inevitable. Las agujas de su reloj nunca habían marchado tan rápido. Allí, en ese lugar tan inmundo y detestado, se sintió a gusto consigo mismo.
Resignado, decidió buscar algo de comodidad en el piso duro y frío de su habitación: la encontró. Allí, en ese lugar tan inmundo y detestado, se sintió a gusto consigo mismo. Desde allí, resolvió ocuparse de solucionar sus dilemas más controvertidos.
La ventana abierta permitía el ingreso de una llovizna leve y refrescante. Afuera residía la libertad misma, encarnada en nada menos que el aire. Afuera, era el lugar de la felicidad y el regocijo.
La ventana abierta fue testigo de su determinación. Presenció, casi sin quererlo, el momento en el que las ansias de placidez y bienestar eran ya irrefrenables. Su salto, como cualquier otro, solo duró unos segundos.
Confundido, quiso aferrarse a lo último que quedaba de él. Ya era tarde; ese aire y ese viento fresco en la cara le causaban ahora temor y arrepentimiento. Una libertad un tanto distinta a la buscada lo esperaba.
Repleto de angustia y lleno de dolor abrió sus brazos, intentando postergar lo inevitable. Las agujas de su reloj nunca habían marchado tan rápido. Allí, en ese lugar tan inmundo y detestado, se sintió a gusto consigo mismo.
3 Comments:
Mirá, te firmo...
Saltó? o fue solo un delirio, un instante de lucidez? Nunca lo sabremos, porque el personaje es propiedad del autor, que se dispone a describir solo un momento de su existencia.
Me encanta cómo escribis
Beso
no siemrpe la felicidad esta justo del otro lado de la ventana....
no siempre.
por eso hay q aprender a saltar con una colchoneta debajo...
quizas puedas rebotar y volver con algo más q cabezas rotas y huesos destrozados.
quizas, y solo quizas, puedas volverte con la brisa humeda y las gotitas de alegria, y pisar ese lugar donde sentirte a gusto.
o tal vez, reventar cabezas sea un lindo deporte, quien sabe....
te adoro nene!
"Y es que el viento es tan impredecible como agradable.. "
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