Wednesday, March 03, 2010

Ajá

Tenía ganas de destruirlo todo: sillas, cuadros, planetas, amores. Me limité, no obstante, a aferrarme a lo único que me mantenía flotando y respirando, a lo único que me permitía pensar más allá de aquello que me ocupaba martes y jueves. En la península los inviernos eran cortos y densos. Los días ventosos sucedíanse en inequívoca secuencia mientras mis días, los que en verdad me pertenecían, sólo se paseaban frente a mí de vez en vez. Decidí cambiar de rumbo y fijar mi compás en dirección al sol, aún no sé bien por qué. Lo cierto es que, desde entonces, nada cambió; la única mutación que pude descubrir se traduce en un leve tornasol anaranjado que se deja ver entre las montañas los días 14 de cada mes.
Ya son meses y años los que mi prima me había prometido entre sollozos: nada cobra sentido en mis sentidos. Encuentro tristeza y lástima en las sonrisas de aquellos que, en agosto, supieron ser mis amigos. Me cuelgo y trepo escaleras que no suben ni bajan: no son escaleras. Busco en vidrios reflejos vanos que me demuestren el final y me convenzan de su inevitable amargura. Así, no dejo de encontrarme con venas y ríos que me ahogan hasta que desfallezco: no lo tolero.
No tuve más alternativa que hablar con la iglesia; no con el cura, no con Dios, no con la religión ni la espiritualidad. Me detuve con convicción y le grité desde los pies hasta los nudillos: ¿Por qué?

Monday, July 13, 2009

ABC

Se preguntó si, en la oscuridad, debía seguir creyendo.

Sunday, June 21, 2009

Dividido

Celular, zapatilla, tragedia. Corre por la calle, corre, NO MIRA. Semáforo, Shell, celular. Corre. Vuela sangre, corren huesos, reptan carnes. Nubes sin cielo con rayos sin sol. Se agacha: zapatilla. Basta.

Tiene que ser rápido. No, tiene que ser ahora; no vale pensar. Siente un raro gusto por la vida al escuchar Viernes 3 AM. No para, sabe que no puede. Sigue y vuelve y sigue. Basta.

El techo, crema. La crema, dulce. No mira. Puede lo que necesita porque necesita lo justo y necesario. Con palabras se entrega a la verdad (contra su voluntad). Sonríe, ¡cómo sonríe! Falta nada.

Cree calmarse y se sienta en el sillón. Repite su ritual de mitad de mes, respetuoso de su superstición.

Sunday, February 08, 2009

Púa

Encontró y desechó a la vez: encontró lo relativo y desechó todo preconcepto; advirtió entonces que el comienzo y el final eran uno solo y que todo lo que virtualmente los separaba se esfumaba nublando bosques de otros mares. Abrió, como nunca antes, los dedos de sus manos (como cuando –cansadamente- se golpea el cuchillo en las sucesivas separaciones de las falanges) y acarició sus largos rubios, asqueada.

Sin más, se arrancó a mano desvestida un par de mechones hasta que la cobardía sedujo a la voluntad. Lloró. Lloró sin lágrimas; lloró con la garganta, con el esófago, con el intestino grueso. No lograba – ¡y cómo lo intentaba!- dar con la opresiva verdad; recordó que “la verdad es una sola: son muchas”.

Sonrió por dentro, se produjo el intercambio instantáneo y simultáneo entre su rostro interior y exterior. De pronto, se sintió satisfecha con su nueva vida, ¿qué nueva vida? Se desmayó.

Sintió, realmente sintió todo su cuerpo: podía reconocer cada gota de sangre que la recorría momento a momento. Por un minuto creyó que moriría y sus pies se llenaron de sudor frío (no como el frío de una tarde fría frente al mar frío, sino como el frío de una noche calurosa que, de súbito, se congela). No podía creerlo: había soñado lo que nunca se propuso. Se vistió y bajó a cenar.

Thursday, November 06, 2008

Babel

Cuando una mentira envuelve a otra, la primera -la hipermentira o la paramentira- adquiere un nivel y una significación mucho mayor que aquella del engaño original; si bien es la piedra basal de todo el proceso, su descendencia lo supera ampliamente retroalimentándose indefinidamente y bifurcándose en un mar de ramas entrelazadas que, celosas, luchan entre ellas: si la capacidad intrínseca de la mentira se supera, una rama quiebra -casi sin quererlo- toda la estructura cuidadosa y vanamente erigida.
Existe, no obstante, un método por demás difundido y jamás practicado (infalible, por cierto) que da por tierra con el cismo generado por el derrumbe de aquel castillo de naipes: el de arriba de todo no es más que la mentira mientras que las demás cartas, fieles y espontáneas servidoras de la primera, no tienen más remedio que soportar la carga a la que las condena esa torre de Babel cuyo destino parece único e irrefrenable porque así fue desde el comienzo.
Extraño resulta cómo la tiniebla, densa a la vez que arrolladora, fagocita (sin necesitarlo y sin dudarlo) todo lo que en otros tiempos podría atentar contra sus anzuelos de lobreguez y de ignorancia premeditada. Su victoria está garantizada.

Saturday, May 10, 2008

0

No cualquier nada ni cualquier todo; la ‘d’ necesariamente debe ser de esas que, luego de pronunciadas, quedan vibrando en el aire hasta que el crujir del piso, un silbido, una caída desvía la atención casi inadvertidamente. Del mismo modo en que los recuerdos más temidos se transforman en los más caprichosos (vagan, sin rumbo fijo, dejándose entrever u ocultándose en el instante justo en que el dueño desea esconderlos o apenas hojearlos); y del mismo modo también en que las hojas se vuelven algodones, el viento se torna denso y lento.
Quizás no sea más que un mero vidrio al que nos conformamos con ver como espejo engañando al presente, dividiendo y aumentando realidades asíncronas y demenciales. Sus futuros, aunque el mismo, se extienden infinitamente en las células de dioses inexistentes pero reales que astutamente los funden en un cristal tan traslúcido como incompatible. Ese cristal perfecto al que creemos propio necesita ser puesto a prueba en lo cotidiano; necesita (porque así lo pide) partirse en mil pedazos brillantes, dañinos y, por lejos, más atractivos que el conjunto original.
En última instancia, aquel que simultáneamente nos ofrece más de lo que jamás podríamos asimilar es quien se roba una falta, un error intencional, una tilde.

Tuesday, September 12, 2006

La realidad

Cual ecuación polinómica de grado n, su solución es contundentemente desconocida por la inmensa mayoría de los mortales que habitamos este planeta lleno de agua; este planeta que parece vasto, extenso e interminable pero que, a veces, se reduce a dimensiones prácticamente milimétricas (muchas de ellas, el efecto es causado por un capricho –casi- inintencionado). Sucede en el momento exacto en el que la florcita se encuentra activada erróneamente y en el instante incorrecto: aquellas otras perspectivas escapan revoltosas y se esconden tras una lámina transparente, pero borrosa, que las oculta convenientemente. No hay lugar a la más mínima queja, al más desquiciado reclamo, al más escueto lamento. Quizás esclavos de un autoritarismo que nos reduce a lilliputienses, vivimos convencidos de que aquel tal vez y este a lo mejor son siquiera tan remotos como un futuro revestido de tenebrismos y papeles de diario al mejor estilo cumpleaños de Mc Donald’s.
¿Acaso no es exactamente eso lo que nos motiva, día a día, a buscar aquello que jamás hemos de encontrar? Ese nosequé que está un poquito más allá de otro algoasí vecino de un creo. Son cada uno de los ene más uno términos de la ecuación los que en realidad nos manejan; claro que ellos son infalibles: son ene más uno. De todos modos, existen también los rebeldes, los que cansados de soportar optan por derribar, fatigados de tolerar deciden alterar, y exhaustos ya de sufrir disimuladamente resuelven escindir. Claro que el libro de los insurrectos no es el de la historia. Esos rústicos pero robustos garabatos perviven en el tiempo, sólo en esencia, y se alimentan de la existencia que afectuosa y desinteresadamente otorgan los rebeldes del porvenir.
“Su única ansiedad es lo magno de la elección posible: ¿guiarse por las estrellas, por el compás, por la cibernética, por la casualidad, por los principios de la lógica, por las razones oscuras, por las tablas del piso, por el estado de la vesícula biliar, por el sexo, por el carácter, por los pálpitos, por la teología cristiana, por el Zend Avesta, por la jalea real, por una guía de ferrocarriles portugueses, por un soneto (…), por una bula, por la cábala, por la necromancia (…), o simplemente ajustando la conducta (…) a las alentadoras instrucciones que contiene todo paquete de pastillas…?”