Tuesday, January 04, 2005

Casualidad extrema, ¿Cos' e Mandinga?

Lo importante: Honrar la memoria de los virtuosos.

Común, como todo.

Pasado y posteado una decena de horas dps de escrito.

Son esos momentos en los que te acostás en la cama. No tenés ganas de nada; te tirás arriba de la colcha. Mirando el techo estrellado. Los ojos... abiertos, pero tan solo lo imprescindible. Intentando vanamente buscar el horizonte adentro de tu propio cuarto. Según dicen, son 12 km, x la curvatura de la tierra; 12 o 17. Ves puntitos chicos, otros más grandes; más grandes todavía, las estrellas. Estrellas de cinco puntas que brillan mansamente. Le dan algo de color, algo de vida a esa habitación que tan muerta parece estar; tan profundamente inmersa en la noche.
El ventilador, prendido, girando... nada nuevo. Apenas te llega una leve brisa, pero te alcanza. Está fresco, con una sabanita es suficiente. Te acurrucás, en busca de la mejor posición para conciliar el sueño. De repente la encontrás, pero hábilmente decidís cambiar la disposición de tu cuerpo sobre la cama. Te das cuenta de que, en realidad, no te querés dormir. Tenés ganas de quedarte despierto un ratito más, no importa cuánto. Dudas unos segundos... mejor dejás la luz apagada: es divertido ver únicamente un punto rojo en la oscuridad. Ese punto rojo que está siempre ahí, siempre a la espera. Aguardando que alguien oprima Power para luego desaparecer y volver, más tarde, cuando ese alguien se canse de escuchar música.
Ahora te movés nuevamente en la cama, esta vez buscando el ángulo exacto en el que no te duele el cuello. Estás cómodo, pensás para tus adentros que estás listo. Justamente para eso. Listo para pensar. No sabés x donde empezar, te decepcionás al no dar con ese punto de partida del que luego surge todo como x arte de magia, con ese disparador que ilumina tu mente, con esa llave que libera tus ideas. Te decepcionás. Por un tiempo te quedas con cara de tristeza creyendo que hubiera sido mejor permanecer en aquella posición en la que te habrías dormido instantáneamente.
Suena el pitido de tu reloj. “¿Serán las dos... o ya las tres?” te preguntás. Dps de otro instante de silencio mental, te acordás de un amigo. De ese amigo amante del rosa que se niega rotundamente a hacerte caso, a seguir tus consejos, si se quiere. Lo tildás de ser reacio a actualizarse, a dejarse llevar x el mundo de la tecnología. Meditás un tiempo más sobre él.
De un momento para el otro, te das cuenta de que tenía razón. “Nada mejor que un buen lápiz y una hoja donde poder usarlo”. Sentís que tenés que llamarlo para agradecerle el haber dicho semejante frase; pero es tarde: quizás mañana, cuando te levantes. Aún así, tenés la sensación de que podés honrarlo, u homenajearlo, x decir algo. Podés hacer lo que siempre le criticaste. Podés admitir que, en realidad, es lo correcto. Una enorme felicidad recorre ahora tu cuerpo entero. Te levantás y prendes el velador. Agarrás papel y lápiz, te sentás y escribís esto.