Friday, June 09, 2006

Verde

Respetando la convicción del antiguo dueño del aparato, no alteró la alarma del despertador, programada para las ocho y media de la mañana. Se acostó a la medianoche, una vez que la señal de televisión local le deseó buenas noches y concluyó con su transmisión. Sin sorpresas, el reloj sonó a la hora estipulada, despertándolo con un ya agonizante y ameno tema instrumental de un grupo famoso del momento. Segundos más tarde, la voz del locutor radial informó, con una voz un tanto latosa, la hora local y el estado del tiempo: “Los veintidós grados de sensación térmica, hacen de este jueves un hermoso día para salir a dar un paseo”. Obediente, tomó la chaqueta que había comprado a través de Sprayette el día anterior ya que su sistema de control térmico incorporado, adecuado para temperaturas que oscilan entre los cinco y los treinta grados, hacía de ella algo que “nadie se podía perder”. Salió de su casa y comenzó su paseo, optando por seguir a un perro, vagabundo pero atractivo, que se cruzó por la vereda de enfrente. Casi hipnotizado, y sin siquiera advertirlo, llegó al lago de un parque cuyo nombre desconocía. Parado frente a tan cautivadora imagen, estuvo a punto de pasar por alto el letrero que rezaba “Compre los tiquetes aquí”. Sacó de su billetera uno de los seis billetes de diez pesos que tenía con la inscripción “Este es un billete de la suerte. Pero para que tus deseos se cumplan, debes transcribir este mismo texto en otros cinco billetes del mismo valor. Si no lo haces, tendrás una vida de desgracias por delante”. Abonó el pase que le otorgaba el derecho a una hora libre de hidropedales. Sin chistar, hizo cola donde estaba señalado y subió, una vez llegado el momento, a su vehículo de recreación. Luego de un grato y encantador recorrido por el lago, y una vez concluidos los sesenta minutos reglamentarios, retornó al muelle de partida y estacionó el hidropedal donde se le indicó. En ese mismo momento, una mujer vestida íntegramente de verde pasó frente a él. “El verde es mi color favorito”, pensó para sus adentros, de eso estaba seguro. La joven, trabajadora de la bolsa, se dirigió al subte y, apurando levemente el paso, subió al último vagón del tren que esperaba en el andén de la estación. Lo que ella no sabía era que alguien había estado siguiéndola, no por perversión, sino por una leve pero no insignificante cuestión de gustos compartidos. Sin embargo, al bajar dos estaciones más adelante, advirtió aliviada que aquel extraño sujeto, cuyo rostro le había llamado la atención, había permanecido sentado en su asiento. Trece minutos más tarde, una voz latosa parecida a la que había escuchado hacía ya algunas horas anunció amenazante “Final del recorrido. Todos los pasajeros deben descender”. Sin ganas de buscar problemas, bajó rápidamente del subte y miró fijamente los carteles. Sabiamente, siguió la dirección de las flechas que indicaban la salida al nivel de la calle. A las nueve de la noche, horario de finalización del servicio de subterráneos, el empleado de limpieza le preguntó si estaba perdido. “Pues claro que no, estoy haciéndole caso a esos dos carteles que señalan la salida” Amablemente, el barrendero le explicó que señalaban salidas opuestas, y que así no llegaría a ningún lado; acto seguido, quiso averiguar cual era el destino del pobre señor desorientado, pero su sorpresa fue aún mayor cuando obtuvo un “¿Y usted qué me recomienda?” como respuesta. Dubitativo, le sugirió utilizar la escalera mecánica por una cuestión de comodidad. Ya en la vereda de la transitada avenida, y cada vez más convencido de su indeterminación, decidió regir su vida por la única certeza con la que contaba. El hombre, cuyas mejillas mostraban las cicatrices de un pasado oscuro y siniestro, caminó. Claro que no lo hizo siempre en línea recta. Al momento de alcanzar una esquina, había una sola cosa en la que se fijaba y de acuerdo a la cual tomaba su decisión. Seguir derecho o doblar, cruzar la calle o esperar; todo dependía de qué semáforo mostrara su compartimiento inferior iluminado. (Dicen que, así, llegó al infinito.)