Thursday, November 06, 2008

Babel

Cuando una mentira envuelve a otra, la primera -la hipermentira o la paramentira- adquiere un nivel y una significación mucho mayor que aquella del engaño original; si bien es la piedra basal de todo el proceso, su descendencia lo supera ampliamente retroalimentándose indefinidamente y bifurcándose en un mar de ramas entrelazadas que, celosas, luchan entre ellas: si la capacidad intrínseca de la mentira se supera, una rama quiebra -casi sin quererlo- toda la estructura cuidadosa y vanamente erigida.
Existe, no obstante, un método por demás difundido y jamás practicado (infalible, por cierto) que da por tierra con el cismo generado por el derrumbe de aquel castillo de naipes: el de arriba de todo no es más que la mentira mientras que las demás cartas, fieles y espontáneas servidoras de la primera, no tienen más remedio que soportar la carga a la que las condena esa torre de Babel cuyo destino parece único e irrefrenable porque así fue desde el comienzo.
Extraño resulta cómo la tiniebla, densa a la vez que arrolladora, fagocita (sin necesitarlo y sin dudarlo) todo lo que en otros tiempos podría atentar contra sus anzuelos de lobreguez y de ignorancia premeditada. Su victoria está garantizada.