Tuesday, September 12, 2006

La realidad

Cual ecuación polinómica de grado n, su solución es contundentemente desconocida por la inmensa mayoría de los mortales que habitamos este planeta lleno de agua; este planeta que parece vasto, extenso e interminable pero que, a veces, se reduce a dimensiones prácticamente milimétricas (muchas de ellas, el efecto es causado por un capricho –casi- inintencionado). Sucede en el momento exacto en el que la florcita se encuentra activada erróneamente y en el instante incorrecto: aquellas otras perspectivas escapan revoltosas y se esconden tras una lámina transparente, pero borrosa, que las oculta convenientemente. No hay lugar a la más mínima queja, al más desquiciado reclamo, al más escueto lamento. Quizás esclavos de un autoritarismo que nos reduce a lilliputienses, vivimos convencidos de que aquel tal vez y este a lo mejor son siquiera tan remotos como un futuro revestido de tenebrismos y papeles de diario al mejor estilo cumpleaños de Mc Donald’s.
¿Acaso no es exactamente eso lo que nos motiva, día a día, a buscar aquello que jamás hemos de encontrar? Ese nosequé que está un poquito más allá de otro algoasí vecino de un creo. Son cada uno de los ene más uno términos de la ecuación los que en realidad nos manejan; claro que ellos son infalibles: son ene más uno. De todos modos, existen también los rebeldes, los que cansados de soportar optan por derribar, fatigados de tolerar deciden alterar, y exhaustos ya de sufrir disimuladamente resuelven escindir. Claro que el libro de los insurrectos no es el de la historia. Esos rústicos pero robustos garabatos perviven en el tiempo, sólo en esencia, y se alimentan de la existencia que afectuosa y desinteresadamente otorgan los rebeldes del porvenir.
“Su única ansiedad es lo magno de la elección posible: ¿guiarse por las estrellas, por el compás, por la cibernética, por la casualidad, por los principios de la lógica, por las razones oscuras, por las tablas del piso, por el estado de la vesícula biliar, por el sexo, por el carácter, por los pálpitos, por la teología cristiana, por el Zend Avesta, por la jalea real, por una guía de ferrocarriles portugueses, por un soneto (…), por una bula, por la cábala, por la necromancia (…), o simplemente ajustando la conducta (…) a las alentadoras instrucciones que contiene todo paquete de pastillas…?”